El producto siderúrgico más importante es el acero, uno de los materiales de fabricación y construcción más versátil y adaptable. Combina una buena resistencia con cierta facilidad para ser trabajado, además de que sus propiedades pueden ser manipuladas, mediante tratamientos o aleaciones, según sean los usos a los que se piense destinar.
El acero es, básicamente, una combinación de hierro (por encima del 98%) y carbono (de 0,05% hasta menos del 2%). Además aparecen, en pequeñas cantidades, otros elementos cuya presencia se debe a los procesos de producción, a la dificultad de excluirlos totalmente, o a la decisión de añadirlos con propósitos determinados.
Los aceros se obtienen mediante la fundición de mineral de hierro en alto horno o de chatarra en horno de arco eléctrico. Mediante un proceso posterior aplicado al material resultante se obtiene el acero comercial.
En España, el acero obtenido a partir de chatarra supone cerca del 80% del total. El material obtenido por su fundición, conformado en forma de perfil de sección cuadrada o rectangular (palanquilla), se vuelve a calentar hasta una temperatura que permita su laminación, dando lugar, según sean las características del material de partida y el proceso que se le aplique, bien a redondo corrugado (barras o rollos) o a rollos de alambrón liso.
El alambrón, pues, es un redondo liso que se produce con diferentes calidades y diámetros, y sirve de materia prima para la producción de numerosos productos como muelles, puntas, grapas, remaches, mallas de cerramiento, tuberías, alambres, mallas, armaduras básicas y otros elementos utilizados para el armado del hormigón.
En el caso de la fabricación de mallas y armaduras electrosoldadas, el bajo contenido en carbono del alambrón utilizado como materia prima es la característica que garantiza su alta soldabilidad, condición indispensable para este uso.
A este alambrón, ya en la factoría del fabricante del producto acabado, se le somete a un proceso de laminado en frío (trefilación), en el que se modifica su estructura, mejorando sus características, a la vez que se le tallan las corrugas que lo hacen apto para su utilización en el armado del hormigón.
La superficie de un alambre corrugado obtenido por laminación en frío (trefilación) a partir de alambrón presenta, en general, un mejor aspecto que los productos laminados directamente en caliente (redondo corrugado) y sus tolerancias dimensionales son más reducidas. Así, presentan una mejor configuración de las corrugas, lo que garantiza una perfecta adherencia al hormigón. El estiramiento a que se le somete aumenta su dureza y resistencia a la tracción (con aumentos entre el 20 y el 40%) y es más fácil de trabajar al tener el material menos tensiones internas.